SEGUNDA PARTE

11.12.2020
  • La segunda parte consta de un único, largo e intenso capítulo final, que nos transporta al año 1984. Comienza con una escena retrospectiva o flashback donde se relata el reencuentro de Arcadia y Javier en el Palau de la Música Catalana. El espacio sigue siendo Barcelona, aunque la época histórica en la que se sitúa la trama es el final de la Transición, período de la historia de España en el que se llevó a cabo el proceso por el que el país dejó atrás el régimen dictatorial del general Francisco Franco y pasó a regirse por una Constitución que restauraba la democracia, primera etapa del reinado de Juan Carlos I. Tras su extrañeza inicial, la pareja deambula por las calles que había pateado tantos años atrás, inicia una profunda conversación en el bar del hotel Colón, que sigue luego en el Café de la Ópera y continúa durante toda la noche en el piso de la calle Ausiàs March donde habían vivido los dos primeros años de su matrimonio. En esta parte final de la novela, Arcadia dedica varias páginas a su personal declaración de principios políticos, una enmienda a la totalidad a la Transición, a la monarquía, a la manera de organizar «un país nuevo con los enemigos de la democracia y el apoyo de la poderosa Iglesia». (ibid., p. 273) Se vislumbra, en este pasaje, una gran nostalgia por los años de la República. De todas maneras, tras este paréntesis político, que puede resultar un poco forzado para el lector, que espera más bien un diálogo de confidencias y confesiones tras veinticuatro años de separación, los protagonistas, sentados en el sofá de antaño, el único objeto conservado de su pasado hogareño, mantienen una profunda conversación personal, en la que Javier le explica cómo ha cambiado su vida y ha encontrado sentido en la acción social, además de confesarle que siempre la ha amado, que da pie a un final abierto y esperanzador. El amor nunca es fácil, pero pese a ello, quizás merece la pena darse una segunda oportunidad.

La novela empieza con las supuestas palabras del padre de Arcadia: «Aquí termina tu exilio, habría dicho mi padre si aquel día lluvioso de abril me hubiera acompañado a la estación» y se cierra de manera circular: «Es ahora cuando termina tu exilio, Arcadia, nuestro exilio» (ibid., p. 316), le susurra Javier al oído.

Se hace hincapié, sin embargo, en la idea de que nada vuelve, «fueran cuales fueran nuestras intenciones, no había vuelta atrás» (ibid., p. 255). Acaba, de manera circular, también, con la justificación de la cita inicial, unas breves líneas de la novela Golowin, de Jakob Wassermann, acerca del tiempo pasado. Solo la distancia nos ayuda en la objetividad de las vivencias, el tiempo permite darnos cuenta de que solamente aceptando lo vivido en el pasado podemos iniciar un camino de superación:

«Nada retorna...aun cuando cada aliento del ser humano clama por la resurrección. Nada que haya sido puede volver a ser y, no obstante, el mayor anhelo del ser humano es el de volver de nuevo, ésas son las palabras que nos hacen débiles. Hasta que no hayamos conseguido superarlas, seguiremos siendo un juguete del destino».

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